EL ARTE POPULAR NAYARITA

UNA MIRADA POR LAS DISTINTAS REGIONES CULTURALES DEL ESTADO DE NAYARIT
Por Sergio Damián Sartiaguín Montes

Nayarit, estado multiétnico y pluricultural, se identifica y se muestra en las expresiones artísticas de los cinco pueblos que lo componen - coras, huicholes, mexicaneros,  tepehuanes y mestizos-,  a los que se suma el hondo contenido cultural de sus otros hermanos, los pueblos amerindios ya desaparecidos, o al menos diluidos en el tiempo.

Único en formas, colores y sabores, el arte popular  nayarita conjuga las aportaciones contemporáneas con un complejo mestizaje, encabezado por las contribuciones europeas, a las que se suman otras aportaciones provenientes de  África, Asia y Oceanía; todo ello enmarcado en un ámbito eminentemente agrícola, con una rica variedad geográfica: serranía, valles, costas, semidesierto, selva tropical, estepa, zonas volcánicas, etc.; En donde toda una amplia gama de nichos y ecosistemas  han permitido florecer una gran riqueza y creatividad que brota de las  recias manos de sus artistas populares.





Es así que el viajero que recorre la entidad se sorprende  con lo contrastante del paisaje que sobrecoge por su grandiosidad y singular belleza, iniciando por Ixtlán del Río.
En este municipio existen talleres de  alfarería, cerería, dulces tradicionales, nieve de frutas, que hacen las delicias de quienes aprecian estas expresiones. A escasos cinco kilómetros de la cabecera municipal se localiza una vasta zona arqueológica importante por sus estelas indígenas, conocida como Los Toriles.
El municipio de Ahuacatlan con sus dulces y cajetas de mango y membrillo, en los últimos años se ha convertido en el expendio de cestería y muebles de la región, contando además con una dinámica casa de la cultura.
Siguiendo nuestro camino  nos encontramos en Santa Isabel, con sus trapiches. Lugar ideal donde el viajero encontrará dulces, cazuelas, tinajas, ollas de distintos tipos incluyendo las tejuineras de gran tamaño que conservan frescos los líquidos que almacenan.
Jala, con sus calles empedradas y sus casas pintadas de rojo y blanco alberga grandes talleres donde se procesa la hoja de maíz que posteriormente dará vida a objetos diversos como flores y nacimientos entre muchas más utilidades. Junto a su cabecera municipal y apenas divididos y a la vez unidos por una calle, se encuentra el pueblo de Jomulco en donde en cada vivienda hay potencialmente una familia artesana. En este lugar se teje la palma de llano, costilla de otate y de carrizo, que sirven de materiales  a sillas, mesas, sillones, canastos y una amplia gama de objetos utilitarios a precios  accesibles  para todos los bolsillos.
Subiendo a la sierra rumbo a Rosa Blanca, en el pueblo de Los Aguajes se teje la barba de pino creando una gran extensa gama de productos donde figuran bolsas, canastas, hueveras, porta retratos, etc. Aquí hacemos un pequeño descanso para saborear  exquisitos duraznos en almíbar y un rico taco de queso fresco o requesón que las mujeres del lugar producen.
El Municipio de Santa Maria del Oro en donde se “pica” la piedra volcánica para; molcajetes, metates, recipientes para destilar agua, cuencos. Ahí, la majestuosa  laguna de Santa Maria ofrece al viajero sus sabrosos chicharrones de pescado blanco.
En el novel Municipio de Bahía de Banderas ubicado en el extremo de la costa sur del estado, se talla  madera y cáscara de coco; se produce alfarería y objetos elaborados con piedras, conchas y caracoles marinos.
Compostela, que fuera la primera capital de la Nueva Galicia, hoy en día alberga talleres de fabricación de puros y talabartería, donde se elaboran monturas, fustes, huaraches, entre otros productos.
Tepic, Capital del Estado y cabecera Municipal del mismo nombre, principal motor y concentradora de la riqueza del estado, vive con toda intensidad. es  común observar a los músicos populares depositarios de la tradición del mariachi antiguo, pulular  por las calles con sus instrumentos a cuestas ofreciendo  en sus notas y tonadas corridos que hablan de sucesos de la región. En los portales de la Presidencia Municipal ubicados en el centro de la ciudad, existe cualquier cantidad de artesanos ofreciendo sus cuadros de estambre; pulseras, aretes, anillos, medallones de chaquira; muñecos vestidos a la usanza  wirraka.
En sus mercados Juan Escutia, Morelos, Abasolo y Heriberto Casas, así como en otros expendios, igual se  come ricamente o se  encuentran  hiervas y plantas medicinales, ungüentos, tónicos, fomentos,  propios para la salud.
En San Blas, antiguamente segundo puerto mas importante de país y puerta de entrada al principal corredor cultural del pacifico al centro de México, sus hombres y mujeres producen delicados objetos de conchas y caracoles, al igual que tejen redes y  tarrayas, se hornea  pan de plátano, zanahoria, coco y nuez; se tatema pescado y se cocinan sus tradicionales sopes de ostión y el pozole blanco de puerco. Sin lugar a dudas  los olores en el atardecer sanblaseño son un deleite.




En fin, la costa nayarita es una rica veta  de cultura popular.  Desde Tuxpan, Santiago, Tecuala y  Acaponeta  se teje la palma, se elaboran barcinas -forma tradicional de envasar el camarón-. En la Isla de Mexcaltitán las mujeres tejen costilla de candelón para dar vida a una variedad de piezas: lámparas de mesa y de pared, floreros, paneras, hueveras, canastos, bolsas, tapetes,  mientras los hombres se dedican a tejer mangas y a fabricar y mantener sus chiqueros de camarón, uno de los últimos lugares de la región donde aún se practica esta forma de crianza del  crustáceo hasta que está listo para su captura, comercialización y degustación en exquisitos platillos.
Tecuala y Acaponeta con sus famosos “botaneros” donde se come los mejores platillos elaborados con camarón al aguachile, en ceviche, albóndigas, caldo, ensalada, con sopa de nopales, a la diabla, rancheros, a la cucaracha, en pate, con queso al horno, en escabeche, zarandeados, al mojo de ajo, al vapor, al chipotle, en empanadas, en bolitas, en picadillo, en sopes, con arroz, etc.  La lista es larga, la cocina regional una manifestación viva y apetitosa del arte popular de Nayarit, representando  una importante aportación al arte culinario nacional.
En la boca sierra, los municipios de Ruíz y Rosamorada, vínculo indiscutible entre la gente de la costa y los pueblos indígenas, representan un verdadero hervidero de gente que igual vende que compra diversos objetos desde artesanales, hasta pertrechos de caza, pesca y agrícolas, en donde cada pieza es una verdadera obra de arte labrada por esos virtuosos anónimos, que por las tardes se pierden por veredas y caminos con sus cargas a lomo de mula.
Arriba, en el corazón de la sierra de Xícora  o Sierra del Peyote, bautizada años después, iniciada la evangelización como Sierra del Nayar, instruida por jesuitas y concluida por los franciscanos, asiento de coras, huicholes, mexicaneros y tepehuanos, antiguos dueños de los valles nayaritas, congregados en pueblos, aldeas, rancherías y ranchos de aguas de los municipios de la región del Gran Nayar compuesta por los municipios de Huajicori, El Nayar, y La Yesca, viven y se manifiestan a través de sus danzas, música, medicina tradicional, mitotes, estas etnias parte importante de nuestra identidad cultural.
El arte cora, producto de sus seis comunidades de esta etnia endémica: Jesús María, la Mesa del Nayar, San Francisco, San Juan Corapan, Rosarito y Santa Teresa, ejemplifica sus principales manifestaciones tangibles a través de la técnica  de cartonería, manifiesta en sus xayacaj o máscaras de judío, en sus textiles encabezados por los morrales de hilo doble, triple o  cuádruple, con los  bordados de entramado tereseño, además  de  la técnica de entramado de telas comúnmente utilizada. A la par, su arte intangible lo liderean  sus célebres cantos de Mitote y de Pachitas; su música de túnamo y de mariachi cora, abuelo paterno del mariachi contemporáneo, con sus sones, minuetes, potorricos, brazueliados, chutes, y demás; así como sus danzas de La urraca, Nagüillas, Maromeros y Moros; su ceremonia de iniciación para los niños en el conocimiento del sexo conocida como la danza de la tortuga (MUARIJSEJ T+ JIUTÉNE´N).
Por su parte el arte Huichol con sus tatei neixa  (fiesta del tambor), patsixa (cambios de varas o autoridades), peregrinaciones a lugares sagrados (Wirikuta y otros), Hiíikuri  neixa (fiesta del peyote), Xarikixa (fiesta de la siembra) y toda su parafernalia ritual desarrollada en el Tukipa (centro ceremonial), sus nierikas como ofrenda, en sus formas básicas, telaraña, disco de bambú, disco de piedra, disco de madera o cartón, de espejo y cuadro, enriquecen  la  gran variedad iconográfica local.
El arte mexicanero y tepehuano representado por los sombreros de soyate,  talegas y bolsas, carpetas con bordados, deshilados y  tejidos, aportan lo propio a este crisol de arte popular.
En fin, un Nayarit cargadito de distintas manifestaciones culturales, a la par “costumbrero” que cosmopolita,  ha sido capaz de conservar y  proyectar para la cultura nacional y mundial, las manifestaciones  creativas de sus múltiples pueblos en donde los  componentes de las ceremonias del mitote, la magia y el colorido de sus objetos artesanales  suntuarios o  ceremoniales de sincrética herencia evangelizadora, se suman a las experiencias del pueblo mestizo nayarita, mismo que ha dado al patrimonio cultural de la humanidad elementos como el mariachi, que junto con la charrería o el tequila, son  indiscutibles símbolos de México en el planeta entero. 


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